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Tuesday, January 22, 2008

Morir para Renacer

El rechazo a la muerte tiene que ver con el miedo a la pérdida de la propia identidad, a entrar en una zona de misterio donde todo lo que fuimos se acaba. Tiene que ver con el fin de aquella trama de pensamientos, emociones, definiciones, recuerdos, roles, circunstancias, relaciones, ideas sobre nosotros mismos y el mundo que llamamos “yo”.
Sin embargo, si todo eso se acabara, dejaríamos de ser? Las tradiciones espirituales plantean que si soltáramos todas aquellos conceptos, imágenes y sentimientos con los cuales nos hemos identificados, nos encontraríamos con nuestra identidad más profunda, aquella a la cual hemos llamado Esencia Espiritual, o Alma.
Si en lo profundo de nosotros experimentáramos que pensamos, pero no Somos nuestros pensamientos, sentimos, pero no Somos nuestras emociones, que actuamos a través del cuerpo, pero que no Somos el cuerpo; que la mente, la emoción y el cuerpo son vehículos del Ser, pero no el Ser, tendríamos la certeza de que lo que realmente Somos es Espíritu Puro, sin límites, sin definiciones y que lo único que podríamos decir de nosotros es “Yo Soy”.
Si hacemos la práctica de aquietarnos y tomar conciencia de los pensamientos, emociones y el cuerpo podremos darnos cuenta que hay una dimensión más profunda en nosotros que puede observarlos, y que por tanto hay algo más allá de ellos, y experimentar que a pesar de no Ser la mente ni el cuerpo, tenemos una clara Conciencia de existir, de Ser una Conciencia Pura y luminosa, más allá del tiempo y del espacio, sin cargas, ni límites, ni edad, ni raza, ni nacionalidad, ni dramas, ni circunstancias limitantes.
Que bien nos haría acudir a aquella fuente de Agua de Vida que guarda la certeza de que Somos y de que todas las vestiduras que nos ponemos y con que a menudo vamos complicando la vida, son eso, trajes que se pueden poner y sacar. Que maravilla sería poder sacarnos los rencores enquistados y que creemos que son parte de nosotros, o dejar atrás los miedos, o la baja autoestima, o las formas de relacionarnos que nos hacen daño, o las trancas, o esas experiencias que hemos asentado en nosotros mismos como traumas que no nos dejan vivir.
Que maravilla sería poder morir a todo aquello que nos limita, que nos pesa y que no nos permite expresar la Luz y potencia del Alma.
Que liberador sería poder transitar por las etapas de la vida nutriéndonos de la riqueza y experiencia que nos dejan sin quedarnos apegadas a ellas, sino que entendiendo que son oportunidades diversas para expresar al Ser.
Cuanto dolor dejaríamos atrás si dejáramos de definir lo que Somos por los roles, funciones o relaciones que vamos asumiendo en la vida. Tener claro que no Somos mamás o papás, o parejas de alguien, o gerentes, o juniors, que esos son guiones y formas de relación a través de los cuales se manifiesta el Ser, y que por tanto pueden terminar sin que dejemos de existir.
Desde este punto de vista, morir al pequeño yo egocéntrico, neurótico, dependiente o manipulador, sería entonces una bendición y de eso se trata el proceso espiritual, de morir para renacer a nuestra identidad esencial.
Desde este punto de vista nuestro drama no es la muerte, sino el no poder morir a aquello que nos condiciona y nos aprisiona para renacer a la Luz que hemos ocultado por tanto tiempo.

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